lunes, 16 de noviembre de 2009

Genesis Eterno #1


I

Dave Andrews corría a toda velocidad por la autopista, decidido como estaba a terminar con todo de una vez. Vio la curva, y a pesar de que sus sentidos le decían que virara, pisó aun más fuerte el acelerador. Su auto burdeo voló un par de metros, antes de irse en picada contra el fondo del barranco. Dave escuchó la barrera romperse contra la defensa del auto; sintió el vértigo mientras caía. Escuchó como se doblaban los fierros del auto al impactar contra la roca y al mismo tiempo sintió el crujir de sus propios huesos al quebrarse. Gritó, y su grito fue como un anuncio de la explosión que vino inmediatamente después. Pero aun así vivió suficiente para sentir como se quemaba su piel. Ese dolor desapareció gradualmente en unos pocos segundos, en los cuales su vida se apagó rápidamente.

Sin embargo ese no fue el fin. Lo que pasó a continuación de eso fue confuso, veía borroso y se sentía mareado, nublado, tal como el día. Se dio cuenta de que estaba sentado contra la pared de roca al otro lado del asfalto, en la cima del barranco. Junto a la barrera destrozada al borde de la quebrada, una muchedumbre que se había agrupado en esa curva, a las afueras de la ciudad, para ver los restos del mal llamado accidente.

Dave caminó hacia ellos, quienes se apartaron, dándole paso para ver. Allá en el fondo de la caída se veía un grupo de bomberos registrando las latas calcinadas, en busca de algo que indicara qué había sucedido. No encontraron nada, ninguna indicación de algún desperfecto, ni siquiera el cuerpo estaba ahí. Tan solo en ese momento, Dave comprendió que lo que estaba mirando eran los restos de su propio auto. ¿Cómo era posible? ¿Qué estaba sucediéndole? No recordaba mucho, a excepción de la sensación de caer y el realismo del dolor que sintió. Confundido, entre molesto y desconcertado, se retiró del lugar; el mirar ese espectáculo no le ayudaba para nada a aclarar las muchas dudas que ahora tenía.

Caminó sin rumbo fijo por la ciudad, cabizbajo, ensimismado a tal punto que no era capaz de ver que la gente se quedaba observándolo fijo. Como si su sola presencia hiciera sospechar a todos. Pero él seguía caminando. Trataba de encontrar alguna respuesta a su situación, pero la cabeza aún le daba vueltas. Recorrió un buen rato, hasta que tropezó con alguien mirando las noticias en el mostrador de una tienda de electrónica. El tipo lo miró molesto, e inmediatamente se puso blanco, y se alejó apresurado. Dave no entendió, hasta que miró lo que estaban pasando en la televisión: mostraban su propio “accidente”, y hacían especial énfasis en un hombre vestido de negro, cubierto por la capucha de su largo chaquetón. Debido a la sombra, y por mucho que la cámara se acercara a la cara de esa persona, no podía distinguirse bien. Dave sintió un escalofrío al ver su propia imagen cubierta de aquellas ropas que no recordaba haber vestido jamás antes, y prefirió seguir caminando.

Ya convencido de que no recordaba nada, vagó por la ciudad, hasta que se hizo de noche. No sabía donde ir, no sabía si tenía una casa o departamento donde vivía, no recordaba si tenía familiares o alguien que pudiera ayudarlo. Sin una idea clara, se dirigió al parque; quizás ahí podría encontrar algún lugar donde dormir y pasar por indigente. Esperó, dando vueltas, hasta que no quedara nadie paseando, y se echó en un banco a dormir. No pasó mucho rato cuando alguien lo despertó.

II

Eran dos policías, en una ronda nocturna. El parque no era un lugar muy seguro para nadie en las noches, debido a los asaltos.

- Señor, por favor – dijo uno – Debe retirarse del parque, no puede dormir en este lugar.

Dave se puso de pie, y entonces el policía que no había hablado le dijo algo al oído al primero. Éste miró a Dave y asintió. Acto seguido dijo:

- Su identificación, por favor.

- No la tengo – respondió Dave, recién percatándose de que no tenía ningún tipo de identificación. – Debí perderlo en algún lado.

- ¿Cuál es su nombre? – preguntó el segundo policía.

- Dave Andrews – respondió, no muy seguro de que ese fuera de verdad su nombre.

- Tendrá que acompañarnos al cuartel, para que verifiquemos su domicilio.

Dave asintió, y se dejó guiar. Cuando llegaron a la patrulla, estacionada más o menos a una cuadra, uno de los policías notó un ruido como metálico que golpeó la parte de debajo de la puerta, al momento que Dave entraba en el asiento de atrás. El policía lo hizo salir, y lo registró.

- ¡No se mueva! - le gritó, echándose hacia atrás, al tiempo que sacaba su arma de servicio y lo apuntaba. – Nos va a acompañar en calidad de retenido ahora.

- ¿Qué pasa? – preguntó con sus manos en alto – ¿Qué hice?

- Quítese su chaquetón – le ordenó el otro policía – Sáqueselo lentamente, sin hacer ningún movimiento brusco.

Recién ahí, Dave reparó en que bajo ese chaquetón algo nuevo había aparecido, no recordaba que estuviera ahí antes de quedarse dormido en la banca. Sorprendido, siguió las órdenes lentamente, y volvió a poner sus manos tras la nuca. El policía que recibió el chaquetón lo revisó, y encontró algo metálico. Lo sacó a la luz de los focos de la calle y se lo mostró a Dave: era una katana.

Definitivamente Dave no podía estar más asombrado. No podía creer que él hubiera tenido eso en uno de los costados interiores de ese gabán y no haberlo notado en toda ese rato. Claro, ni siquiera había notado que llevaba puesto ese chaquetón la primera vez, por lo que era comprensible que no sintiera la espada tampoco. Fue como esas ocasiones en que uno busca algo muy afanado, y no se da cuenta que lo tiene en la mano; o en el caso de los lentes, que ya los tiene puestos. Eso se explica mucho más si se considera que los hechos recientes tenían a Dave muy confundido.

En fin, se dijo, tendría un lugar donde pasar la noche y podría pensar mas calmadamente en lo que el día le trajo. Sin embargo lo dejaron solo en una habitación fría, donde el calefactor no funcionaba, y las ventanas estaban rotas. Se acurrucó en una esquina para retener un poco el calor, mientras afuera, las amenazantes nubes que había visto en la tarde dejaban caer una lluvia torrencial. En ese instante pensó que había sido un poco iluso al creer que lo dejarían en un lugar agradable durante la noche. Temblando de frío, deseaba no estar allí, y cerró los ojos para tratar de dormir.

El sonido de la lluvia se hacía cada vez mas intenso, cada vez se oía más cerca. “Debe ser por el silencio de aquí”, pensó. De pronto, el frío y la lluvia se hicieron reales. No sólo escuchaba la lluvia y el viento, sino que ahora los sentía. Abrió los ojos, y levantó la mirada. No vio las paredes plomas y frías de la habitación, sino que vio los árboles del parque pobremente iluminados por los focos de la calle. Estaba sentado en el banco donde los policías lo tomaron detenido, miró sus brazos y se dio cuenta de que tenía puesto el gabán de nuevo. Revisó el lado izquierdo para ver si estaba… y sí, ahí estaba la espada.

III

Una vez en pie, se acomodó el chaquetón. Metió las manos en los bolsillos y se puso a caminar. Ahora ya no pensaba en las razones de cómo estaba vivo incluso después de semejante impacto; su imaginación estaba excitada por descubrir que más era capaz de hacer. Trató de repetir esta nueva experiencia, y cerró los ojos deseando estar en otro lado. No pasó nada. Después de mucho rato, pensó que era necesario tener una idea más clara de donde llegar al desaparecer, ya que estando en esa habitación en el cuartel de policía, aún recordaba claramente el lugar donde lo habían detenido. Así que se propuso ir al barranco y lo logró al cabo de un rato.

Una vez dominado eso, se imaginó que quizás podría hacer algo así como cambiar las cosas en oro, pero como es de suponerse, la fantasía pronto se derrumbó. Así mismo, y a pesar de lo infantil de sus deseos, intentó varias cosas, como mover objetos con la mente; un auto por ejemplo, pero su habilidad sólo lograba levantar pequeñas piedras; y eso con mucho esfuerzo. Después, quiso levantar cosas pesadas sin ningún resultado; su fuerza seguía siendo normal. Intentó supervelocidad, visión de rayos x, escupir fuego, lanzar rayos a través de sus ojos; nada funcionó.

Al final, y sin esperanzas, intentó volar. Y para su sorpresa, sí podía. Estaba feliz, a pesar de que no recordara nada con respecto a su vida antes del suicidio, hecho que vagamente recordaba, por lo demás. Se reía de forma infantil, como si hubiera sido un niño cumpliendo su sueño. A estas alturas poco le importaban las razones de su decisión, en el supuesto caso de que él hubiera decidido terminar con su vida. Ahora el mundo parecía sonreírle, y él se dejaba llevar; y volaba, sentía el viento en su cara y eso lo confortaba de forma extraña pero dulce, como si las cosas que le habían sucedido ese día fueran sólo anuncios de fatalidad, y lo único bueno fuera esa habilidad de volar…

De repente, se detuvo en el aire, y pensó “debo tener algún lugar donde ir… quizás si me concentro…”. Cuando abrió los ojos, recibió la última sorpresa de ese día: se encontraba frente a una enorme casa, como una mansión. La casa tenía una gárgola como atrapada, sobre el umbral de la puerta de entrada, su expresión daba la impresión de que era un animal que estaba tratando de huir pero que había sido atrapado en el acto, y convertido en piedra. Dave aún estaba en el aire, cuando vio por primera vez la mansión, de modo que cuando tocó el suelo se fijó en como era este. Parecía que estuviera hecho de ladrillos de metal, más bien una plataforma hecha de metal. “¿Una plataforma?”, se dijo. Notó que la casa flotaba sobre algo, pero no había nada bajo el corto camino que conducía a la entrada; sin embargo cuando se inclinó sobre el borde, que no dejaba ver los lados de la mansión, reparó en el hecho que no había absolutamente nada aparte de la mansión y la plataforma, sólo una estela que parecía rodear el lugar como una pequeña atmósfera.

Un poco desconfiado se volteó para ver que había, y descubrió que estaba fuera de la Tierra, del planeta Tierra. Estaba en algo que parecía orbitar el planeta. Caminó hasta el borde de la plataforma, sin conseguir tocar esa estela protectora que lo rodeaba. La visión era alucinante; no se veía como las típicas fotos de los libros de ciencias tomadas desde la Luna, o los videos grabados a través de las ventanas de un transbordador, esto era real, y por sobre todo, abrumador…


Continúa...

No hay comentarios:

Publicar un comentario